La cumbre de los libros de la Tierra Pura se encuentra en el «Gran Sûtra». La cumbre del «Gran Sûtra» se encuentra en los Votos Originales. La cumbre de los Votos Originales es el Voto decimoctavo. Ahora bien, este Voto muestra que el verdadero Nembutsu, que permite pasar de un salto al terreno del Nirvâna, no es otra cosa que la cristalización de la fe. La fe es, pues, lo más importante que hay.
Shinran Shônin, el fundador de la Verdadera Escuela de la Tierra Pura, ha resaltado particularmente este aspecto de la doctrina de los «Tres Sûtra». En sus «Himnos sobre la Tierra Pura» (Jôdo-Wasan), no duda en decir, inspirándose en los Sûtra de la «Guirnalda de Flores» y del «Gran Nirvâna Final» (Mahâ-Paranirvâna; sino-japonés: Nehan-Gyô):
«Aquel que se regocija con la fe, dice Buddha,
Es igual al Tathâgata.
La Gran Fe es la Naturaleza de Buddha.
La Naturaleza de Buddha es el Tathâgata.»
Para los Maestros de la Tierra Pura, la fe es la esencia de los «Tres Sûtra», porque es a la vez el camino y la meta. La fe no es el resultado de un esfuerzo personal, sino que es el Voto Original de la Gran Compasión lo que la suscita.
La fe es despojada de toda noción, de toda sutileza.
Representa el estado del corazón que escapa de todas las ataduras y, en consecuencia, de la influencia del Karma. En este sentido es ya el Plano del Nirvâna misteriosamente manifestado en el corazón del hombre.
La práctica de las virtudes y de las buenas acciones, la profundización en los estudios, las meditaciones con o sin formas, todo ello pertenece al mundo del Karma. Su efecto sólo puede ser una feliz disposición, no la liberación. La liberación está más allá de todo. El Nirvâna no es el fruto de práctica alguna, la consecuencia de ningún estudio, el resultado de ningún ejercicio mental. Sobrepasa a toda causalidad, a todo Karma.
Si en el corazón se realiza un estado libre de todo Karma, bueno o malo, el Nirvâna se manifiesta en él, y ahí se transparenta la «Cualidad de Tathâgata».
Los Maestros de la Tierra Pura piensan, fundándose en la enseñanza de los «Tres Sûtra», que ese estado libre de todo Karma, la «Cualidad de Tathâgata», es la fe. Al pronunciarse así, no reforman la enseñanza del primer Buddha.
No hacen sino tomar al pie de la letra algunas sentencias que él pronunció y que se encuentran consignadas en los más antiguos textos:
«Por la fe seréis libres y pasaréis más allá del reino de la muerte… La fe es el mejor de los tesoros para el hombre. Por la fe, la corriente es atravesada» (Suttanipâta, 1146, 182, 184).
«Aquel cuya fe en el Tathâgata es estable, enraizada, instalada, firme, una fe que no pueda ser quebrantada ni por un recluso, ni por un brahmán, ni por un dios, ni por Mâra, ni por Brahma, ni por quienquiera que pueda ser en el mundo, ese puede decir: “Soy el propio hijo del Bienaventurado, nacido de su boca, nacido de la Ley, formado por la Ley, heredero de la Ley”» (Dhîga-nikâya, III, 84).
El papel de la fe en la promesa del Voto Original nos parece bien descrito en una carta de Ippen Shônin (1229-1289), fundador de la Escuela Ji, por lo cual este texto nos servirá de conclusión:
«Me interrogáis sobre la actitud mental que debéis tener hacia el Nembutsu. Todo lo que se le exige al fiel del Nembutsu es que diga: “Namu Amida Butsu”, y no existe otra instrucción que os pueda dar. Diciendo “Namu Amida Butsu” encontraréis vuestra paz espiritual.
Todas las enseñanzas que los eruditos y los sabios han dejado, son otras tantas indicaciones destinadas a preservarnos de todo tipo de errores hacia los que tendemos; no son, en suma, más que paliativos. Para el fiel del Nembutsu ello no es verdaderamente necesario. Decir el Nembutsu en toda circunstancia: eso basta.
Kûya Shônin († 972), un día que se preguntaban: «¿Cómo hay que decir el Nembutsu?», simplemente respondió: «¡Abandonad!» Ya no hubo más palabras. Esta respuesta se halla consignada en la colección poética de Saigya y, a mi juicio, es verdaderamente una palabra de oro.
«¡Abandonad!»: es todo lo exigido del fiel del Nembutsu.
Que abandone saber, sabiduría y también ignorancia; que abandone toda noción de bien y mal, de rico y pobre, de noble y vil, de infierno y paraíso, y todo tipo de Satori cultivado y enseñado por las diversas escuelas del Budismo. Rechazando todas estas nociones y deseos, causas de confusión, entregaos por completo a decir: «¡Namu Amida Butsu!».
Puesto que esto está en perfecto acuerdo con el Voto trascendente de Amida, recitad el Nembutsu una y otra vez con un pensamiento unificado.
Llegará el momento para vosotros en que comprenderéis que, recitando así «Namu Amida Butsu», no hay ni Buddha, ni Yo ni ningún otro pensamiento que se ponga por delante.
Cualesquiera que sean las condiciones en que os encontréis, buenas o malas, para vosotros es siempre la Tierra de Pureza; porque aquí no tenéis nada que buscar ni nada que evitar. Todo ser vivo, tanto montañas como ríos, tanto hierbas como árboles, el viento que suba o las olas rompiendo, todos a coro dicen el Nembutsu. No es la humanidad la única que participa del Voto trascendente de Amida.
Si encontráis difícil de comprender lo que estoy diciendo, no os atormentéis con ello, dejadlo, abandonadlo con todo lo demás y, sin inquietaros, sin hacer cálculos, poneos en manos del Voto Original y recitad vuestro Nembutsu. Cualquiera que sea el estado de espíritu con que lo recitéis, con o sin contento, la recitación del «Namu Amida Butsu» no puede ir en contra del Voto Original brotado de la sublime sabiduría de Amida, es perfectamente conmensurable con la extensión de su Voto. Fuera de esto, nada debe preocuparos.
Mi único anhelo es que, encontrando nuevamente vuestra simplicidad e inocencia originales, digáis el Nembutsu: «¡Namu Amida Butsu!».
Extraído del libro:
"La doctrina budica de la la Tierra Pura."
Jean Eracle.
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