LOS SÛTRAS DE LA TIERRA PURA
La espiritualidad llamada «de la Tierra Pura» constituye, sin duda, una de las formas más vivas del Budismo del Gran Vehículo (Mahâyâna).
Se apoya en tres libros fundamentales designados habitualmente con el nombre de «Tres Sûtra».
De entre ellos, el más importante es el «Gran Sûtra de los Ornamentos de la Tierra de la Felicidad» (Gran Sukhâvatî-Vyûha-Sûtra). Redactado en sánscrito hacia el siglo I de nuestra era, pronto pasó de India a China, donde fue traducido una docena de veces. De entre las pocas versiones chinas que hoy subsisten, la más venerada es el «Gran Sûtra de la Vida Infinita» (Dai-Muryôju-Kyô), texto acabado por Sanghavarman en el 252.
El segundo de los «Tres Sûtra» es conocido como el «Libro de la Contemplación de la Vida Infinita» (Kam-Muryôju-Kyô). El original sánscrito (Amitâyur-Dhyâna-Sûtra) está actualmente perdido. De las versiones chinas que de él se hicieron, sólo queda la traducción que realizó Kâlayasas en el segundo cuarto del siglo V.
El tercer libro es más corto. Su original sánscrito se llama «Pequeño Sûtra de los Ornamentos de la Tierra de la Felicidad» (Pequeño Sukhâvatî-Vyûha-Sûtra). Se poseen dos versiones chinas. Una de ellas está más ampliamente divulgada y apreciada: obra del gran traductor Kumârajîva, fue realizada en el 402 y lleva el nombre de «Sûtra de Amida» (Amida-Kyô).
No son, evidentemente, estos tres textos los únicos en los que Amitâbha (jap. Amida), el Buddha de la Tierra de la Felicidad, desempeña un papel de primer plano.
Así, también se conoce un texto en el que se enseña un método de concentración en este Buddha: se titula «Sûtra de la Concentración donde aparece Buddha en presencia inmediata» (Pratyutpanna-Buddha-Sammukhâvasthita-Samâdhi-Sûtra) y una de sus versiones chinas fue realizada en el 149 de nuestra era.
Otro documento depende de la misma tradición. Llamado «Sûtra de la Contemplación amplia como el océano en la que se contempla a Buddha» (Buddânusmriti-Samâdhi-Sâgara-Sûtra), fue traducido al chino por Buddhabhadra a principios del siglo V.
Un pequeño texto bastante popular se halla sin duda emparentado con los libros santos de la Tierra Pura: es el « Sûtra de Aparimitâyus» (Aparimita-Ayur-Jnâna-Sûtra). En él se dice que aquel que copie este Sûtra renacerá con seguridad en la Tierra de la Felicidad del Buddha Amitâbha.
Un libro chino muy extendido, el «Sûtra de la Marcha Heroica», que no debe confundirse con un texto indio del mismo nombre (Surangama-Samâdhi-Sûtra), expone una meditación sobre Amitâbha manifiestamente inspirada en los «Tres Sûtra» de la Tierra Pura.
Junto a los «Tres Sûtra», las escuelas de la Tierra Pura tienen por varios comentarios una alta estima. Unos están atribuidos a los filósofos indios Nâgârjuna (siglos II-III) y Vasubandhu (siglos IV-V), otros son obra de grandes maestros chinos o japoneses.
LA INFLUENCIA DE LOS <TRES SÛTRAS>
Los «Tres Sûtra» han ejercido una influencia de primera magnitud sobre la mentalidad religiosa de Extremo Oriente.
En China, el primer grupo conocido de fieles de la Tierra Pura es la «Sociedad del Loto blanco» (Lien tsung), fundada por Hui Yuan a finales del siglo IV. A continuación este movimiento espiritual se desarrolló de manera considerable y proporcionó grandes maestros como T’an Luan († 542), Tao Ch’o († 645) y Shan Tao († 681).
La descendencia de los maestros chinos de la Tierra Pura continuó incluso después del declive del Budismo en China, habiendo vivido el último de ellos, Hsing An, bajo la dinastía manchú (1644-1911).
Lo que seguramente favoreció la persistencia de la Escuela de la Tierra Pura en China, fue que estaba muy cerca del pueblo, siendo simple su enseñanza y fácil su práctica. Los chinos nunca apreciaron demasiado las argumentaciones que tanto estiman los indios. Necesitaban doctrinas prácticas cuya eficacia fuese rápidamente comprobable. Un Budismo tan simplificado como el de los «Tres Sûtra» ofrecía, desde este punto de vista, todo lo necesario para satisfacerlos. Por otra parte, los chinos, con su carácter optimista, pronto prefirieron la imaginería de la Tierra de la Suprema Felicidad al ideal mucho más abstracto del Nirvâna.
Por supuesto, no se sabe gran cosa sobre la vida de los budistas en la China actual, pero puede suponerse que la doctrina de los «Tres Sûtra» conserva todavía su lugar intacto en la vida íntima de numerosos chinos.
Influyente también en Corea y en Vietnam, donde se armoniza muy estrechamente con la Escuela de Meditación (Zen), la espiritualidad de la Tierra Pura ha cristalizado en Japón en forma de cuatro escuelas que agrupan actualmente a unos quince millones de japoneses. Si las escuelas Yuzu-Nembutsu y Ji tienen poca importancia numérica, ocurre algo muy distinto con las otras dos, la Jôdo-Shû (Escuela de la Tierra Pura), fundada por Hônen († 1212), y la Jôdo-Shinshû (Verdadera Escuela de la Tierra Pura), establecida por Shinran († 1263). Esta última, repartida en diez ramas, es extremadamente floreciente. Primera de las escuelas búdicas japonesas en modernizarse, en los albores de la era Meiji (final del siglo XIX), ejerce una gran actividad en los ámbitos social y educativo. Posee ramificaciones en el mundo entero. Se ha extendido muy especialmente por el Pacífico, en Estados Unidos, Canadá, Brasil y, últimamente, en Europa.
La influencia de los «Tres Sûtra» no puede sólo limitarse a las escuelas consagradas al culto exclusivo del Buddha Amitâbha. De hecho, sean cuales fueren las ramas a las que pertenecen, muchos mahayanistas aspiran a renacer en la Tierra de la Suprema Felicidad descrita en estos Sûtra, y la práctica del Nembutsu, enseñada en estos libros, ha penetrado ampliamente, en el curso de la historia, en muchas otras escuelas búdicas del Gran Vehículo.
Por lo que acaba de decirse, se puede comprobar que los «Tres Sûtra» de la Tierra Pura representan una doctrina de alcance universal, cuyos grandes rasgos conviene describir ahora.
El SABOR ÚNICO DE LOS <TRES SÛTRAS>
La doctrina de los «Tres Sûtra» es esencialmente búdica de principio a fin.
No se la puede, por tanto, interpretar fuera de las enseñanzas búdicas fundamentales. Precisamente a causa de este olvido, la mayoría de los autores occidentales han comprendido mal la doctrina y la práctica de las Escuelas de la Tierra Pura. Por su desconocimiento, han interpretado esa doctrina como un retorno al monoteísmo y esa práctica como un culto de devoción y amor análogo al Bhakti-Yoga de los hindúes e incluso a la mística cristiana. Pero no hay una sola línea en los «Tres Sûtra» que permita justificar tal manera de ver.
En realidad, los «Tres Sûtra» no tienen más que un solo sabor y ese sabor es el mismo que el de toda la enseñanza de Buddha. En efecto, él decía: «De igual manera que las aguas del gran océano no tienen más que un solo sabor, el de la sal, mi doctrina no tiene más que un solo sabor, el de la liberación.» Decía también: «¿Qué he enseñado? He enseñado: he aquí el sufrimiento, he aquí el origen del sufrimiento, he aquí la supresión del sufrimiento, he aquí el camino que conduce a la supresión del sufrimiento.» Al decir esto, Buddha rehusaba abordar las grandes cuestiones que con tanta fuerza agitan a la humanidad: Dios, la creación, la inmortalidad del alma, etcétera. Para él, todas estas cuestiones pertenecen al dominio de la opinión. Las coloca en bloque bajo las denominaciones de «Bosque de opiniones», «Desierto de opiniones» y «Juego de opiniones», mostrando así que sobre ello puede discutirse hasta perderse de vista sin llegar nunca a una certidumbre absoluta. En consecuencia, consideraba estos problemas como perfectamente inútiles para fundamentar una actitud práctica y alcanzar la paz espiritual. Es más, ya que todas las respuestas que se les aporte, tanto positivas como negativas, pueden siempre enfrentarse a la contradicción y la duda, las consideraba incluso perjudiciales y fuente de infinitas turbaciones. En consecuencia, enseñaba a sus discípulos a volver la espalda a todos esos vanos problemas para concentrar su esfuerzo en el equilibrio interior, pensando que una vez apaciguados interiormente, estarían en condiciones de ayudar eficazmente a los demás.
Los «Tres Sûtra» se mantienen rigurosamente dentro de esta perspectiva. No pretenden enseñar otra cosa que el camino de la liberación.
Al empezar el «Gran Sûtra», Sâkyamuni anuncia muy claramente su intención:
«Mediante una ilimitada compasión, es como Buddha se apiada de los tres reinos. He aquí para qué aparece en el mundo: para poner en evidencia las enseñanzas de la vía, en el deseo de salvar a la multitud de criaturas comunicándolas la verdadera felicidad.»
El «Sûtra de la Contemplación» se expresa de manera igualmente clara:
«¡Prestad mucha atención!, ¡prestad mucha atención!, ¡escuchadme bien! Os voy a explicar ahora con detalle cómo eliminar el sufrimiento y las tribulaciones. De esta manera podréis recordarlo y exponerlo ampliamente a los demás.»
Finalmente, el «Sûtra de Amida» proclama que todos los que sigan su enseñanza alcanzarán el último objetivo de toda vida espiritual según el Budismo:
«Si hay seres que en el pasado han emitido el voto, lo emiten ahora, o en el porvenir emiten el voto de renacer en la Tierra del Buddha Amida, todos ellos alcanzarán, sin nunca más retornar, el Supremo y Perfecto Despertar.»
Extraído de:
La Doctrina budica de la Tierra Pura
Jean Eracle
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